lunes, 23 de marzo de 2009

a ver

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Esto saldra en la pagina al pulsar leer mas

domingo, 15 de marzo de 2009

Increiblebleble

Increiblebleble. En una de las más míticas películas de los 90, “Las Aventuras de Ford Fairlane” (Renny Harlin, 1990), ésta era la expresión con la que el protagonista manifestaba su estupefacción ante la estupidez humana (expresión válida tanto con dos como con tres “-bles”), o, al menos, así lo hacía en el sinpar doblaje al castellano que hizo Pablo Carbonell del cómico norteamericano Andrew Dice Clay. Increibleble. Esta expresión me viene que ni al pelo (que por cierto se me está cayendo, cosas de la edad) para abrir este espacio en la web, que pretende sobre todo ser eso, una expresión de asombro ante multitud de temas y asuntos en donde se hace patente la falta de lucidez, reflexión y sentido común (“el menos común de los sentidos”) del que hace gala la especie humana. Increibleble. Mejor no tomarte las cosas muy en serio, porque de lo contrario podríamos caer en la más absoluta locura. O en una depresión. Más vale pensar que todos esos que nos gobiernan, que escriben en los periódicos, que salen en la tele y las radios, no son de verdad. Deben ser la herencia malvada de Jim Henson. De lo contrario, sería demasiado terrible la existencia. Increibleble. Palabra (¿palabro?) terapéutica, que nos permite ver la realidad con cierta distancia, y tomarla quizá como lo que es, una broma de dimensiones cósmicas. Un bálsamo para aquellos momentos en que te gustaría, de nuevo citando al gran Ford, que la industria de la música (cambiad esto por la persona, entidad o colectivo que queráis en cada momento) y el resto del globo te tocasen la minga dominga.

Sin embargo, no serán sólo las opiniones sobre la actualidad y la crítica reflexiva y pausada unas veces, cínica y maléfica otras, e irónica y desenfadada las más, lo que ocupe este espacio. También tendrá cabida la educación (a eso digo que me dedico, o al menos por eso me pagan), la historia, el cine, los cómics, los libros, el deporte… Esto… mira, en resumidas cuentas, lo que se me pase por la cabeza. Lo que me dé la gana, vamos. Y, por supuesto, no esperes que esté puntual en esta cita. Este blog irá desarrollándose como un reflejo de mi propio yo: lenta y pausadamente, con tranquilidad, pero con momentos acelerados, vertiginosos, que supongo frenarán en seco, y volverá el ritmo parsimonioso que me caracteriza. Qué se le va a hacer.

Y poco más. Dejémonos ya de este egocentrismo internetero, de este onanismo omBLOGueril (de ombligo y blog, jeje… los chistes malos también son parte mía, ¿qué pasa?)

Pues eso.

Yo no estuve allí

En esta serie llamada “Yo no estuve allí” pretendo llamar la atención sobre algunos acontecimientos o sobre ciertas personas que habiendo contribuido de forma significativa en nuestro devenir histórico, con frecuencia sus nombres y fechas no están presentes en los manuales. No serán estudios profundos, ni mucho menos, sino simples menciones que esperan incitar a la búsqueda de más información a aquellos que se sientan interesados por una figura o un hecho determinado. Quizá toque algún asunto sobre el que alguien esté más versado que yo; si así fuere y notasen algún error por mi parte, ruego que lo comunicase en los comentarios a fin de enjugarlo y no contribuir a la falta de rigor histórico que a menudo nos inunda en todo tipo de publicaciones tanto en red como en papel impreso. Gracias de antemano. Igualmente citaré algunas direcciones web al final de cada post de las cuales he sacado información, o pienso que pueden ampliarla para aquel que esté interesado en saber algo más sobre el tema tratado; y que me resultan fiables, claro.

Jesse Owens

1936. El águila imperial alemana está dispuesta a extender su sombra sobre Europa. Un hombre, más alto de lo que la historia le ha reconocido (1´73 m.), quiere mostrar al mundo la gran verdad de la que se ha convertido en profeta y mesías: la superioridad de la raza aria. Una vez el planeta haya asumido su supremacía, será más fácil conseguir sus objetivos y modelarlo según la única ley natural, negada por la infame civilización judo-cristiana: la ley del más fuerte. No es la excusa de un dirigente ambicioso para conseguir sus egoístas objetivos, no es una patraña urdida por un político que quiere medrar a toda costa, es una verdad luminosa y clara en su mente y que ha de guiar a la humanidad a un nuevo estadio de progreso y civilización. Sus compatriotas, la nación elegida para dirigir el mundo, ya lo han comprendido. Es hora de explicárselo al resto de la especie humana.

Berlín. Primero capital del Estado de Brandemburgo, dentro del Sacro Imperio Romano Germánico, el Primer Reich. Luego, capital de Alemania tras la unificación bajo el kaiser Guillermo II, el Segundo Reich. Ahora, capital de la nueva Alemania, la Alemania nacionalsocialista, el Tercer Reich. Pronto, según los planes del Führer del pueblo alemán, será la capital del mundo.

Los Juegos Olímpicos. En la Grecia clásica, fiestas religiosas, culturales y deportivas en ofrenda a los dioses. Los ganadores de los concursos deportivos eran los elegidos para la gloria, pues su nombre y fama se extendían por toda la civilización (griega, por supuesto, pues no podían entender la existencia de otra). Una competencia por la perfección. Una divinización de los hombres en honor de unos dioses demasiado humanos. En la era moderna, son reinstaurados por el barón Pierre de Coubertin en 1896 como símbolo de la nueva civilización mundial nacida del imperialismo y la industrialización; una civilización sin fronteras ni límites, que ya cubría toda la tierra. Unas pruebas donde los mejores del mundo, los hombres más preparados, esforzados y brillantes, pudieran competir para mostrar las hazañas e hitos que el nuevo hombre moderno puede alcanzar, encarnación del progreso sin límites de la nueva sociedad industrial. El mejor acontecimiento para demostrar la superioridad de una nación, de una raza, por encima de las demás.

Alabama, EEUU. 12 de septiembre de 1913. Nace James “Jesse” Cleveland Owens, séptimo hijo de los once que tuvieron los granjeros Henry y Emma Owens. Nieto de esclavos, el trabajo y sacrificio de sus padres le permitió ir al Instituto en Cleveland, Ohiuo, donde se había mudado la familia. En el “High School” Jesse descubrió el atletismo; o quizá deberíamos decir que el atletismo le descubrió a él. Gracias a sus capacidades atléticas, y tras batir varios récords mundiales para estudiantes de instituto, logró una beca parcial para estudiar en la Universidad de Ohio, estudios que alternaba con los entrenamientos y el trabajo de botones. En los campeonatos universitarios de la NCAA consigue cuatro oros individuales en 1935 y otros cuatro en 1936, algo que nadie ha logrado repetir hasta el día de hoy. En un mitin realizado en la ciudad de Ann Arbor, en Michigan, pulverizó cuatro récords del mundo en tan sólo cuarenta y cinco minutos. Ese año, además, se convirtió en el primer hombre en sobrepasar los ocho metros en salto de longitud, estableciendo un récord que durará 25 años.


Berlín, Estadio Olímpico, 1 de agosto de 1936. 110.000 personas abarrotan las gradas del coliseo erigido por Werner March. La propaganda nazi llegaba a su punto culminante. Tenían que mostrar a todas las naciones el poder y la superioridad de la raza aria. Todo había sido proyectado por el gran propagandista alemán y mano derecha del Führer, Joseph Goebbels, que encargó la puesta en escena al arquitecto Albert Speer y la filmación del acontecimiento, que daría la vuelta al mundo, a la directora Leni Riefensthal. El célebre dirigible Hindenburg sobrevuela el Olympiastadion justo antes de la aparición del Jefe del Estado y del gobierno Alemán, Adolf Hitler. El tirano da por inaugurados poco después los XI Juegos Olímpicos de la Edad Moderna, los que deben certificar lo que la mente y sobre todo el corazón de millones de alemanes ya saben: el hombre ario debe liderar a la humanidad y los impuros deben postrarse ante él y reconocer su supremacía. El gran momento había llegado.

Berlín, Estadio Olímpico, 3 de agosto de 1936. Los días anteriores los alemanes se habían mofado de la presencia de atletas negros, a los que apodaban “bastardos de Renania”. Como raza impura, los de origen africano eran muy inferiores a los arios. Sin embargo, en la final de los 100 metros lisos se impone un atleta de color estadounidense, Jesse Owens, batiendo el récord del mundo con un crono de 10´30 segundos. Ese día se gana el apodo de “el antílope negro”. Segundo, a una décima, queda su compatriota Ralph Metcalfe, también negro. Tercero, el holandés Osendarp, ya a dos décimas de segundo del ganador. El Führer, que presidía las pruebas, no felicitó a los ganadores. A pesar de la falsa leyenda, no fue porque fuesen negros, sino porque el COI le había advertido que debía felicitar a todos los ganadores o a ninguno, pero nunca sólo a los alemanes, como había hecho el día anterior. Hitler optó por no saludar a ninguno.

Berlín, Estadio Olímpico, 4 de agosto de 1936. Calificación para la final de salto de longitud. Jesse Owens es el plusmarquista mundial (8´13 m.), pero se encuentra en problemas: sólo le hacen falta 7´15 para llegar a la final, pero sus dos saltos anteriores han sido dados nulos por unos jueces demasiado rigurosos. Un alemán, Lutz Long, alto, rubio y de ojos azules, que acababa de batir el récord olímpico para regocijo de Hitler, se acerca a Owens. Le recomienda que no arriesgue, que salte bastante antes de la tabla de batida para que no le puedan dar un tercer nulo que le eliminase, ya que sus saltos eran mucho más largos de la distancia de calificación. Jesse Owens sigue su consejo y pasa a la final sin problemas. Al día siguiente, en la final, Jesse Owens vence a Long, que le felicita efusivamente y ambos salen del estadio fundidos en un abrazo cordial.
Berlín, Estadio Oímpico, 5 de agosto de 1936. Jesse Owens logra su tercera medalla de oro batiendo el récord mundial de los 200 metros lisos (20´7). El segundo fue Matthew Robinson, también atleta estadounidense y de color. Curiosamente, su hermano será el primer afroamericano en jugar al Béisbol en un equipo profesional, en 1947, rompiendo con la segregación racial en el “deporte nacional” norteamericano. El holandés Martin Osendarp fue, al igual que en los 100 metros, medalla de bronce en los 200.

Berlín, Estadio Olímpico, 9 de agosto de 1936. El equipo de relevos de los EEUU gana la carrera de los 4x100 masculinos con un tiempo de 39´8, récord del mundo. Entre los cuatro atletas ganadores se encuentra Jesse Owens, quien con ésta consigue su cuarta medalla de oro, hazaña no igualada en el atletismo hasta 48 años después con los cuatro oros de Carl Lewis en Los Ángeles 84.

Cleveland, Ohio, 20 de agosto de 1936. Tras desfilar por las calles de Broadway aclamado por el pueblo neoyorkino junto al resto de medallistas olímpicos norteamericanos, Jesse Owens vuelve a su trabajo de botones. El presidente de los EEUU, Franklin Delano Roosevelt, no recibe ni felicita a ninguno de los medallistas negros. Era tiempo de elecciones y eso podría reducir sus opciones en los estados racistas del Sur. Jesse Owens con sus cuatro medallas de oro, no podía viajar en la parte delantera de un autobús, ni se le permitía entrar en muchos locales “sólo para blancos”. Hitler no le había estrechado la mano, pero tampoco lo quiso hacer el presidente de los Estados Unidos.

Frontera germano-polaca, 1 de septiembre de 1936. El ejército del Reich invade Polonia. Comienza la II Guerra Mundial.

Sicilia, 13 de julio de 1943. Lutz Long es herido en el transcurso de una batalla y muere. Cuando estalló la II Guerra Mundial, Lutz Long fue obligado por el gobierno a acudir al frente, pese a que los atletas de élite no tenían la obligación de alistarse. El gesto que tuvo con Jesse Owens, un bastardo negro, fue entendido como una humillación para los arios, una degradación de su condición superior. Su desafío al régimen nazi le iba a costar caro. Hasta el momento de su muerte, Long mantuvo su amistad con Owens, con quien se carteaba. Una vez finalizada la contienda, el estadounidense viajó a Alemania a conocer a la familia de su amigo, e incluso le pagó los estudios a su hijo. Declaró: "Se podrían fundir todas las medallas y copas que gané, y no valdrían nada frente a la amistad de 24 quilates que hice con Luz Long en aquel momento."

Berlín, 30 de abril de 1945. Hitler se pega un tiro en la sien tras haber ingerido cianuro junto a su amante y desde hacía poco esposa Eva Braun. El sueño nazi se rompe definitivamente. La supremacía aria se revela como lo que era: una gran mentira. Un hijo de granjeros y nieto de esclavos había comenzado a desmontar la gran falacia casi una década antes.

Washington, 28 de agosto de 1963. El reverendo Martin Luther King declara en su discurso: “Yo tengo un sueño: que un día esta nación se pondrá en pie y realizará el verdadero significado de su credo: “Sostenemos que estas verdades son evidentes por sí mismas: que todos los hombres han sido creados iguales”. El 4 de agosto de 1968 será asesinado en Memphis, pero ésa es otra historia.

Tucson, Arizona, 31 de marzo de 1980. Muere a la edad de 66 años Jesse Owens, víctima de un cáncer de pulmón. Había sido un empedernido fumador toda su vida. En 1976 el presidente Gerald Ford le otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad de los EEUU, y en 1990, a título póstumo, George H.W. Bush le concederá la Medalla de Oro del Congreso, máxima distinción a la que puede aspirar un estadounidense.

Washington, 20 de enero de 2009. Barack Obama es investido como el cuadragésimo cuarto Presidente de los EEUU. Es el primer presidente negro de la historia.

En el mundo entero, hoy. Que no te engañen. Millones de personas mueren de hambre, otros tantos mueren abatidos por el odio en estúpidas guerras. También son muchos los que soportan la injusticia de gobiernos corruptos, y los que sufren el olvido de sociedades demasiado complacientes consigo mismas. Pero nada está predestinado. No hay razas superiores ni inferiores. No hay mujeres ni hombres que por nacimiento estén por encima de los demás, ni por debajo. A cada cual nos toca determinar nuestro destino con nuestros actos y nuestros hechos. Y si mientras tanto ayudamos al de al lado, mejor. Nuestro futuro está en nuestras manos; el del mundo, también. Aceptemos nuestra responsabilidad y hagámoslo todo lo bien que podamos. Lo demás son estúpidas patrañas.

Venga va, es cierto. El sueño continúa.





Anécdotas Segunda Guerra Mundial

La historia trata de personas, y eso es lo que siempre me ha atraído de la misma. Las personas tienen multitud de caras, de dimensiones, unas más serias y otras más cómicas. Para el aficionado a la historia, todos los aspectos son sugestivos, aunque unos nos puedan parecer más importantes que otros a la hora de conseguir el fin primordial de la historia: comprender cómo se ha edificado el presente para analizarlo y a partir de ahí construir el futuro. También deberíamos pararnos a pensar si esos aspectos que consideramos accesorios y anecdóticos no tienen mayor trascendencia de la que les damos, puesto que como bien sabemos el ser humano es imprevisible, y precisamente a menudo las decisiones más imprevistas e inexplicables, movidas por motivaciones y pasiones de lo más humanas aunque poco razonables y lógicas, son las que conforman el futuro de las personas. Y es que somos humanos. Es lo que hay.
La Segunda Guerra Mundial fue el conflicto bélico que más vidas se ha cobrado en la historia de la humanidad. Se calcula que las víctimas mortales fueron en torno a los 50 millones, mientras que los heridos y mutilados se cifran en unos 35 millones. Aparte de las cifras, esta confrontación se acompaña de hechos verdaderamente terribles y escalofriantes: el holocausto judío, la bomba atómica, etc. Sin embargo, a pesar de lo dramático del hecho en sí, también se pueden encontrar sucesos que nos hacen esbozar una sonrisa, o que simplemente demuestran que el ser humano es totalmente imprevisible aún en las situaciones más trágicas. He estado buscando algunas anécdotas interesantes, sorprendentes o directamente risibles relacionadas con esta guerra, y aquí paso a relatarlas. Su veracidad es como todo; aparecen en libros de historia, pero es difícil que se pueda demostrar fehacientemente que las cosas sucedieron tal y como se relata pues en el caso de haber testigos oculares, ya sabemos lo aficionados que somos todos a “decorar” y “maquillar” las anécdotas con el propósito de hacerlas más atractivas. Aún así, creo que son curiosas y vale la pena conocerlas. Las fuentes son diversas, pero sobre todo proceden de un foro de internet: forosegundaguerramundial.com y de los libros de Jesús Hernández, especializado en estos asuntos.



Como muchos ya sabéis, unos de los grandes secretos de la Segunda Guerra Mundial fue la Operación Overlord, el desembarco de las tropas aliadas en la Europa Occidental para abrir un tercer frente con el objetivo de liberar Francia y atacar las fronteras alemanas. Se produciría el día D a la hora H, y lo más importante, nadie, salvo el alto mando aliado, debía saber dónde y cuándo se iba a producir. Precisamente el hecho de que se desembarcase en Normandía fue una sorpresa para los alemanes, que esperaban ese desembarco en el paso de Calais. El desconcierto alemán se personifica en Rommel, el responsable de defender las costas francesas. El día D, el 6 de junio, fue seguramente el peor día de su vida. Y no, no fue sólo porque cuando desembarcaron los aliados él se encontraba en su casa de Herrlingen, en Alemania, donde había ido a celebrar el cumpleaños de su mujer. Lo peor para él fue que le había comprado unos zapatos en París a su señora, ¡y no le estaban bien! Seguramente prefirió la bronca de Hitler por el fiasco en la defensa de las costas del continente que el cabreo de la parienta. Eso sí, que el lugar y la fecha de la operación se mantuviese secreto, a pesar del celo de los aliados, fue pura casualidad a tenor de las anécdotas que lo rodearon, de las que ahora enumero unas cuantas.
El desembarco aliado en Europa había sido encubierto con términos misteriosos para quien no estuviera al corriente de la operación. Así, el conjunto de la operación se denominó “Overlord”; la parte relativa al desembarco por mar, “Neptune”, el apoyo y llegada de las unidades aéreas y aerotransportadas, “Fortune”; y "Utah", "Omaha", "Sword", "Gold" y "Juno" fueron las palabras utilizadas para indicar las playas donde se realizarían los desembarcos y "Mulberry" la que designaba los dos puertos artificiales que se emplazarían ante las playas. En mayo de 1944 el Daily Telegraph publicó una serie de crucigramas que hicieron cundir la alarma. La secuencia comenzó con un crucigrama que contenía la palabra Utah. Es una palabra común y paso obviamente desapercibida. El crucigrama del 22 de mayo contenía el término Omaha. A continuación, entre el 27 de mayo y el 1 de junio, aparecieron Mulberry, Neptune y Overlord, y con ellas saltaron todas las alarmas. La solución del caso nos remite a una casualidad desconcertante. Los autores de los crucigramas eran dos catedráticos de enseñanza media en Leatherhead, condado de Surrey: los profesores Leonard Sidney Dawe y Melville Jones. Cuando el servicio secreto llegó hasta ellos, demostraron fácilmente desconocer toda la operación militar, puesto que los crucigramas sospechosos se habían preparado seis meses antes de haberse planeado la operación. Casualidades de la vida, peligrosas, sobre todo, para los dos profesores, que puestos a acertar, seguramente hubieran preferido hacerlo con los números de la lotería.
Poco después, en Chicago, la policía postal descubre en un paquete procedente de Inglaterra documentos relativos a cierta "Operación Overlord". El envío iba dirigido a una muchacha estadounidense. Rápidamente la maquinaria de la inteligencia norteamericana se pone en marcha. Se realiza una investigación que ocupa a docenas de agentes. La solución del caso no pudo haber sido más mundana y casual: un sargento que estaba en el mando de Eisenhower había escrito la dirección de su hermana en un paquete para entregar en el Pentágono, y la dirección del Pentágono en otro paquete destinado a su hermana. Le puede pasar a cualquiera.
Pero ahí no acaban las curiosidades. Londres, 1943. Una mañana de mayo. El sol luce en todo lo alto, lo que agradecen sobremanera los londinenses, eufóricos al poder mirar hacia arriba únicamente para contemplar el cielo, y no estar obligados a hacerlo para vigilar la llegada de bombarderos de la Luftwaffe. Hace calor, pero corre una brisa que refresca el ambiente. Ministerio de la Guerra. Un funcionario entre en su despacho y abre las ventanas para que corra algo de aire. Al abrir, una ráfaga de viento se lleva los doce ejemplares de una comunicación secretísima que explicaba la Operación Overlord. Los papeles vuelan a la calle, llena de gente que disfruta del agradable día. Los funcionarios bajan a recuperar los documentos. Recuperan once, pero ni tras dos horas de búsqueda consiguen recuperar el decimosegundo. Cunde el pánico en el Ministerio. Al funcionario se le va a caer el pelo. Sin embargo, poco después son informados de que el último documento ha sido entregado por un transeúnte a un policía a caballo que montaba guardia en la puerta. Se tranquilizan, pero no del todo. Interrogan al agente y no es capaz de recordar al hombre que le ha entregado los papeles. Eso sí, aclara, lo que recuerda es que usaba gafas gruesas y parecía tener dificultad para leer. Los dirigentes del ministerio se pasan la mano por la frente, secándose el sudor. ¡Fiuuuuu!. Como decíamos cuando éramos niños, “por casi”.
La última. Una joven operadora de teletipos de la "Asociated Press", en la noche del 4 al 5 de junio, se encuentra haciendo prácticas con el aparato, a fin de mejorar su manejo. De pronto, escribe: "Urgente. Associated Press New York. Flash. C.G. Eisenhower anuncia desembarcos aliados en Francia". Cuando esto sale por la cinta, y a pesar de comprobar que era sólo una prueba, hace saltar todas las alarmas. Un furioso supervisor de la propia Associated Press interviene y anula la noticia rápidamente. A veces la realidad supera la ficción, efectivamente.


 
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